Autobiografía Lectora de Guadalupe Rodríguez
Un nuevo universo por recorrer
El primer
recuerdo relacionado con los libros fue una mala experiencia, en cuanto a las
relaciones sociales, que tuve en mi segunda escuela. Quizás haya tenido algunos
amigos, pero la relación no era muy fuerte, por lo que recurrí a algunas
lecturas, para evadirme de esa situación. La mayoría fueron historietas como Asterix, y mi
primer cuento leído durante los recreos de aquella escuela fue Mails
espantosos de Fabián Sevilla, y siempre lo menciono como uno de esos libros
que me marcaron en la vida. Además de los mencionados, mis autores favoritos, cuando
era niña, eran María Elena Walsh, Ricardo Mariño, Ema Wolf, Norma Huidobro. Y nunca, ni en una ocasión, los presté.
Me gustaba
visitar las librerías, mis favoritas eran y siguen siendo La revistiera y las que
se encuentran en la avenida Corrientes.
Leía en la
escuela, también en algunas pocas bibliotecas. En casa tengo mi propia
biblioteca. Está llena de los cuentos leídos desde los seis años hasta novelas
leídas ahora, en mi etapa adolescente. Muchas las estoy empezando ahora. Tengo
la colección Robin Hood, que nombra el protagonista del cuento que leímos de
Guillermo Martínez, La víctima. La
mayoría de los libros son de Julio Verne, o sea de Ciencia ficción; Mangas
(especies de comics japoneses) de todo tipo, libros sobre humanidades, la
ética, filosofía, sobre el karate y el ajedrez (estos no son de ficción).
En varias
ocasiones, le pido a mi papá libros de su biblioteca, que es enorme, y tiene
mucha bibliografía sobre historia argentina, humanidades, arte (la mayoría
comprado en el museo de Bellas Artes) y también diccionarios sobre música,
antiguos y actuales, la mayoría traducidos.
Ahora, mis
autores favoritos empiezan a ser Julio Verne entre los clásicos y en la escuela
descubrí a Guillermo Martínez, un autor argentino actual. Otros, Jun Mochizuki,
Osamu Tezuka. A los japoneses los leo siempre traducidas al castellano y junto a los libros, inicio desde el principio, un capítulo a otro para no olvidarme tanto, hasta
llegar al final. Nunca empiezo por el final, me arruina la intriga, prefiero sorprenderme,
aunque el final sea abierto o no, no importa qué, no leo el final primero,
jamás. Me gusta leer y disfrutar, en
general leo en mi terraza o en mi cuarto. A lo sumo me quedo un ratito, una
hora aproximadamente, pero con toda esta situación de la cuarentena leo mucho
más, y también a través de la tecnología, sobre todo libros recomendados.
Tengo varios libros
queridos y favoritos, que me cambiaron la vida, como el que ya mencioné Mails espantosos, y otros como Las Brujas de Roald Dahl, Páginas
mezcladas de Pablo de Santis, El Gato
negro de Edgar Alan Poe, El lagarto
negro de Edowabua Rampo, Kitaro de Shigeru Mizuki, La canción de Apolo de Ozamu Tetzuka, Karate- do de Gichin Funakoshi, Cambiemos el Mundo de Greta Thunberg, Casa de muñecas de Ibsen, Presagio carnaval de Liliana Bodoc y este
año: El lector de Bernhard Schlink, La víctima de Guillermo Martínez, Las Tribulaciones de un chino en China de
Julio Verne .
Son libros que están
cambiando mi manera de comprender, desde otro lado, el mundo cotidiano. Por ejemplo, comienzo a subrayar,
marco palabras que no entiendo sus significados y algunos diálogos, y todo lo que
en narración me resulta interesante. También descubrí mucho al leer el texto
sobre Literaturidad. Lo del extrañamiento, la polisemia. Me da herramientas para entender y analizar
mejor los textos.
Ahora leo
porque me parece interesante descubrir cosas nuevas que puede aportar el arte,
y despejarme un poco de la situación actual, pero fundamentalmente porque me
gusta. Hace un tiempo atrás había dejado de leer cuentos o novelas y me “comía”
cada día un manga (comics japoneses), de algunos analizaba una mirada que ni yo
creía poder pensar. Lamentablemente, en esa época no le daba posibilidades a la
literatura, por tener solo texto escrito sin que tuviera una imagen programada
con una voz específica, es decir no quería recurrir a la imaginación; pero
ahora sí, y mis géneros favoritos son los de aventura, los policiales, los
realistas y un poco de ciencia ficción.
Recuerdo que,
entre las obligaciones de la escuela, el año pasado, tuvimos Kentuki de Samanta Sweblin, que presenta
similitudes entre esa novela y las redes. Podría decir que fue mi mejor hazaña
como lectora de literatura, porque relacionando con lo leído sobre
literaturidad este año voy aprendiendo a analizar.
Pensar y pensarse alrededor de los libros; descubrir que el trayecto de nuestra vida lectora no siempre es llano y recto sino que muchas veces el andar se hace dificultoso y cuesta, pero siempre vale el tiempo ganado. Así, como ya has experimentado, cuando leemos y entramos a un mundo del que participamos emocional y reflexivamente, hay un compromiso con la palabra; es poner el cuerpo y salir transformado. Aunque leamos para alejarnos, terminamos por encontrarnos en esas vidas posibles que jugamos, porque leer termina en leerse.
ResponderBorrarGracias por compartir.