Olvidar la memoria - Helena Trindade
Tu biblioteca siempre me pareció
bastante grande. Si te quería pedir un libro, siempre me decías que eran para
adultos, que los libros que yo podía leer estaban en mi biblioteca. Esto
claramente no me detenía, solo me daba más curiosidad para conocer que era
aquello prohibido que yo con 8 años no podía acceder. Vos siempre agarrabas
alguno, y te sentabas a leer en tu sillón. “Cuando seas más grande y no pueda
leer, me los vas a leer vos, y vas a descubrir que tienen adentro. Hasta ese día,
se quedan ahí.” Tu palabra era sagrada para mí. No porque siempre coincidiese
con lo que planteabas, si no porque la forma en la que tenías de decir las
cosas parecía que nunca podías quedarte sin argumentos.
Hace mucho no te siento
cerca de mí y siento miedo que finalmente, te hayas ido. Y pienso en qué lugar
puedo encontrarte, o al menos a tus recuerdos, y claramente, el primer lugar es
tu cuarto, donde esta esa biblioteca marrón llena de vos y ese sillón beige en
el que estabas tan cómodo que parecía hecho a medida. Desde que te marchaste,
esta fue la primera vez que me anime a entrar a tu cuarto. Ahora que pasaron 8 años
no es tan intimidante como siempre me pareció. Hay muchos libros, y no se cual
agarrar. Nunca me dijiste cual era tu favorito, o cual tenía que leer cuando
crezca. Pero había uno separado, “El olvido está lleno de memoria” de Mario
Benedetti. Supuse que por algo estaba tan distante de los otros, y lo agarre.
Me siento en tu sillón, haciendo mucho ruido, buscando que de alguna manera me
escuches, y te des cuenta que, finalmente, no te hice caso y agarre uno de esos
tan misteriosos libros. Buscando que vuelvas, aunque sea solo a retarme.
El libro tiene un señalador
en una página, y me pregunto si es porque tiene una frase que te gusta, o
porque ibas por ahí la última vez que lo leíste.
“Leo para olvidar que no estás aquí
y que te extraño
pero leyendo descubro sin extrañarme
que el olvido está lleno de memoria”
Mis ojos se llenan de lágrimas
y me acomodo en el sillón beige como me acomodaba en tu regazo cada vez que
algo malo pasaba y necesitaba llorar. Corría hacia tus brazos como si ellos
fuesen alguna especie de lugar seguro donde nada podía pasarme. Y ahora yo
estoy en tu lugar seguro, en tu cuarto, con tus cosas, con tu esencia, donde
vos venias cuando te peleabas con alguno de nosotros, o cuando querías desaparecer
por un rato. Todo parece intacto, como si en todos estos años nadie se hubiese
atrevido a pasar siquiera una escoba para no borrar nada de lo último que dejaste.
Mientras leo, siento un aire cálido que entra por la ventana, que me contiene y
me recuerda que ese frio lugar algún día estuvo lleno de tu calor. Y me
pregunto si serás vos desde alguna parte queriendo decirme que todavía no te
fuiste, que estas acá.
Siento que el sillón
empieza a adaptarse a mi forma, como si buscase abrazarme, como si vivieses en él
y quisieras secarme las lágrimas. El
aire cálido cada vez es más fuerte, y logra hacer sonar los carrillones de
viento que no escuchaba hace tanto. A cada momento que pasa, todo se siente más
vivo, como si estuvieses tratando de volver ahí y verme, tan grande, en tu sillón,
leyendo tus libros prohibidos. Con la esperanza de que me escuches y con la voz
entrecortada por la emoción, decido leerte.
“A la ausencia no hay quien se acostumbre /
otro sol no es tu sol / aunque se alumbre
y la nostalgia es una pesadilla
Sabemos que ahora vives años buenos
mas seguimos echándote de menos
allá lejos y verde / en nuestra orilla”
Mi voz termina de
romperse y mi llanto explota, siento que este es el adiós que nunca te pude
dar, que por fin estoy cumpliendo con las cosas que te prometí y nunca pude
lograr. Los carrillones suenan más fuerte que nunca, y siento tus brazos. Ese último
abrazo que pedí todo este tiempo a quien sabe que, el abrazo de despedida, de
saber que me acompañaste, pero que ya fue tu tiempo, que algún día voy a subir ahí
arriba con vos y vamos a poder leer juntos.
Helena, escribís un texto muy bello y conmovedor que terminé de leer con lágrimas. Dos lectores unidos por un mismo libro y un instante en que se comprende que hay formas de burlar a la muerte. Quisiera decirte muchas cosas, pero lo mejor es callar y disfrutar este regalo de tu sensibilidad.
ResponderBorrarAdemás, está muy bien escrito.
Rever tildes.
¡¡Muy buen trabajo!!