El papel de helicópteros - Lola Dávila
Tomás había
estado esperando todo el verano para ese momento. Desde que volvieron de sus
vacaciones en la costa, lo único en lo que podía pensar era en su fiesta de
cumpleaños. Le había dicho a su mamá que quería festejarlo con sus mejores
amigos en casa, ya que cumplía 8 años y estaba creciendo. Ella, aceptó
rápidamente. Desde el divorcio de sus padres,Tomás estaba un poco deprimido,
sin ganas de jugar con el resto de los chicos de su edad. Esa fiesta era de las
pocas cosas que lo mantenían entusiasmado, a parte del hecho de que su primo
venía a visitarlo. En la pared del pasillo que conectaba la cocina con la sala
de estar, había colgado un calendario en el que todas las mañanas se ocupa de
tachar los días restantes. Ese famoso 4 de Marzo había llegado. Fue todo como
él lo lo imaginó; sus amigos llegaron, dejaron los regalos en su habitación y
salieron a la calle a jugar a la pelota hasta que fue el momento de la
torta.Cuando todos se fueron, explotando de emoción, se sentó en el sillón y
empezó a mostrarle a su madre todos los regalos. Desde el monopatín de parte de
Manuel hasta los soldaditos que le había regalado Simón. Luego de un par de
horas de estar jugando con sus nuevos juguetes, subió a su habitación para
prepararse para dormir. Cuando entró en su cuarto, se dio cuenta de que aún
quedaba un regalo sobre la cama; estaba envuelto en un papel rojo brillante y
tenía un moño con una carta de parte de su primo.Lo abrió sin sobresaltos
dejando caer todo ese envoltorio reluciente en el suelo.
Por un
momento, se quedó quieto; se desilusionó un poco al ver que era un libro. No
era un chico muy aficionado de la lectura, si bien su madre solía leerle un
cuento todas las noches cuando era pequeño,había perdido esa costumbre
con el paso de los años. De todas maneras decidió darle una oportunidad: se
metió en la cama, preparó su oso de peluche y comenzó a leer. Al principio no
le llamó tanto la atención, pero después de un par de capítulos no pudo
soltarlo.
Cuando el
reloj marcó las nueve y media, su madre subió a darle las buena noches y a
apagar la luz. Tomás dejó el libro en la mesita que estaba a continuación de su
cama y apoyó la cabeza en la almohada. Cerró los ojos e intentó conciliar el
sueño. Estuvo así por un par de minutos, pero le resultó imposible. En lo único
en lo que podía pensar era en el suspenso que le provocaba ese libro. ¿Qué
pasaba en el próximo capítulo?¿Lograba la niña del cuento escapar de los
monstruos de esa vieja casa?. Eran demasiadas incertidumbres que cada vez se
volvía más poderosas. Decidió seguir con la lectura un poco más. Para no
despertar a su madre, agarró su linterna de campamento que tenía bajo la
cama y comenzó a leer. Rápidamente se vio envuelto en la magia de la
lectura,capítulo tras capítulo se volvía más interesante.El libro era lo único
que parecía importante en ese momento.Poco a poco empezó a sentir que todo lo
que leía era real, los monstruos del cuento estaban en su habitación. En el
papel con helicópteros de su pared solamente veía sombras que iban acercando
más y más mientras él leía cada palabra. Sentía que la habitación se achicaba
cada vez más, como si quisiera aplastarlo. Tomás no podía parar de leer, pero
el miedo que lo envolvía era cada vez mayor. Ya no sabía que hacer; necesitaba
saber como terminaba la historia, pero estaba preocupado por el hecho de que
los monstruos podrían atraparlo.
Como
buen niño aventurero de su edad, decidió armar un plan. Las sombras de los
monstruos solo se reflejaban en las partes oscuras de su pared. Por lo tanto,
asumió que debía prender la luz de su habitación para ahuyentarlos. Así, los
monstruos permanecerían en la historia y él podría terminar el libro. Con su
mano ágil agarró la linterna y con la otra el escrito tan especial. Se acercó a
los pies de su cama, alumbrado siempre hacia adelante. Ahora solo faltaba
subirse a la silla de su escritorio para llegar hasta el botón de la luz. Sin
pensarlo dos veces sujetó ambas cosas con todas sus fuerzas y dio un gran
salto. En ese preciso momento su madre entró en la habitación y prendió la luz.
Un poco confundida, sin entender muy bien la situación,bajó a Tomás de la silla
y le dijo que se apure para bajar a desayunar.
Lola, para quienes amamos leer, fue un libro el que marcó el comienzo de convertirse en lectora para toda la vida. Ojalá le pase a tu personaje que ha descubierto qué poderoso juguete es un libro.
ResponderBorrarEscribís un buen texto, con un protagonista y un entorno bien delineados para dar vida a esta simpática escena de lectura.
Repensar conceptos como extrañamiento, artificio y uso connotativo del lenguaje.
Rever algunas repeticiones y tildes.
¡Muy buen trabajo!