"Otoño regresivo" - Fermín Theodossiou




THEODOSSIOU, Fermín


Otoño regresivo



Otoño, el conocido otoño. El solemne. Irrumpe con fuerza en el parqué del departamento y en el ladrillo de los cimientos. Encuentra desprevenidas a las hojas y anticipa la llegada de la luz más débil. La luz, el aire de otoño y su humedad invasora, aunque histérica,  entre tanto y tanto flexible.
Sea el frío o la nostalgia, Hermès siempre comprende a esta nueva estación como el legítimo comienzo del año. Enero y febrero, ¿qué son más que aburridas extensiones del retozón diciembre? ¿Qué es marzo además de una espartana resaca de aquel verano inacabable? Abril es quien trasciende, revoluciona el ambiente y trae consigo un aire fresco, en todos los sentidos posibles de la palabra. Y, además de todo, incluye su cumpleaños. El aniversario de vida, otro año más de complejidades emocionales y conflictos en cuanto a su vocación.
Ya a semana y media de la celebración, Hermès había comenzado un nuevo ritual; todas las tardes, entre las 17 y las 20, gozaba la perfecta armonía melódica y compositiva de “Terapia Intensiva”, el reciente álbum de Charly García. Observaba el lucero con fascinación, el fulgente planeta que indicaba el comienzo de la últimas horas de luz y dirigía el contraste de cálidos y fríos que se plasmaba en el horizonte. Leía una y otra vez el repertorio de canciones enlistado en la caja del disco, con ese diseño tan vulgarmente ochentoso pero que tanto lo remitía a su infancia. Tanto la música como el diseño gráfico del sobre de cartón del vinilo lo colocaban en un estado de conexión física y mental, exageradamente satisfactorio e introspectivo. Era un estado puro y elemental, pero tan complejo y reflexivo. Un viaje por sus recuerdos más valiosos y el encuentro con las conexiones más verdaderas y racionales de su pasado y su presente.
A pesar del efecto de su conjunto, había una canción en particular que lo hacía maravillarse más que con cualquier otra. La segunda del Lado B, “Agua y Piano”, una representación  increíblemente acertada del otoño, de sus sensaciones y los efectos corpóreos y psicológicos. Una apreciación del paisaje puramente auditiva. Estas impresiones no eran exclusivas del material acústico, la poesía del título impactaba de igual forma en Hermès, complementaba el resultado sensorial de la composición. La escucha no era independiente de la lectura y la apreciación gráfica.
Sin embargo, esa remisión tan vehemente a su pasado y su fascinación por la nostalgia y todo lo que la reditúe, nunca lograba entender qué era exactamente lo que lo atraía de esa manera al ayer, a su infancia. Su puericia no trae una historia única o particular. ¿Cuántos casos conocemos de niños cuyo futuro prometía éxito y reconocimiento pero acabaron por ser no más que adultos sujetos a la cotidianidad mediocre? La palabra mediocre puede parecer meritócrata pero no es la intención. Se trata de comprender como la diferencia entre quienes consiguen (más bien pueden) hacer de sus vidas algo mínimamente trascendental y entre el resto, que deben ajustarse a los límites extremos del sistema al que pertenecen. La realidad es que absolutamente todo depende de las oportunidades que se nos presenten, las posibilidades que tenemos. La brillantez individual acaba por ser lo menos relevante. Lo interesante de este caso sea entonces, el hecho de que el jóven Hermès, el prodigioso, impetuoso Hermès no solo contaba con el talento si no también con todas los medios que gustase para lograr destacarse en el campo de la música.
Muchos de sus compañeros y profesores del conservatorio de música de New England (a donde consiguió entrar becado) lo describían con la más sincera admiración. Cualquiera que lo conociera afirmaría todo sentimiento de envidia hacia tal prominente talento. Al volver a Buenos Aires sin embargo, decidió que nunca tendría la capacidad de dedicarse enteramente a la música. La razón de su resolución siempre fue un misterio para todos sus amigos y conocidos (incluso para el mismo), aunque todos pueden afirmar con certeza qué ocurrió con exactitud en su retorno a Argentina. Quizás haya sido aquella perplejidad con la que Hermès siempre observó a la gigantesca ciudad. La eterna admiración sensible del artista, del  aficionado de la arquitectura. Sentirse completamente perdido y desconocido, disociado en su ciudad favorita del mundo; el éxito lo llevaría a perder la posibilidad de sentirse tan en armonía con los gigantes de ladrillo y los majestuosos plátanos.
Más estas son solo ideas y reflexiones que logra el ya adulto Hermès coincidir en la eterna odisea de retrospección e introspección, de análisis exterior e interior, la reflexión individual y conjunta que la apreciación audiovisual de Terapia Intensiva le ofrece. Un conjunto de sensaciones, impresiones y emociones muy análogas con las que la metrópolis le brinda. Y así morirá, atrapado en la travesía del descubrimiento y el desarrollo del ser que nunca logrará evolucionar más allá de los límites psíquicos.

Comentarios

  1. Fermín, ¡wow! escribís muy bien, gran despliegue de vocabulario. El punto débil de tu texto es que le falta naturalidad a la voz del narrador; si bien es artificial, debe sonar como si no lo fuera (debemos ver sangre aunque sea kétchup). Se extraña que pase algo más que una semblanza del protagonista que está muy bien construido pero no presenta más conflicto que no saber qué hacer con su vida. Se destacan el entorno, el ambiente, la elección musical, lo sensorial que rodean al personaje. Se extraña la escena de lectura y el lector (solo se menciona que lee).
    ¡Muy buen trabajo!

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