Hojas rotas - Luciana Mattia


A veces Kenisa solo quería huir. Callar los gritos de sus padres con un solo botón como si de la televisión se tratase, desaparecer de su casa. Y, como podía y a su manera, lo hacía.
Realizaba su viejo hábito como siempre lo había hecho, aunque ahora significase algo diferente. Libro bajo el brazo, caminaba las cinco cuadras que la separaban del parque casi como si flotara, como si no fuese ella quien controlaba sus propias piernas. Se sentaba siempre bajo el mismo árbol, cuya apariencia no era la misma que hace unos meses cuando comenzó a asistir diariamente; las hojas que antes eran de un verde brillante comenzaron a tornarse de colores rojizos y a caer al suelo junto a ella, adornando sus alrededores. Extrañaba los tonos anteriores, la hacían sentir cómoda.
Ese libro lo había comenzado hace poco tiempo, solo había leído dos capítulos, pero su protagonista ya encontraba la forma de meterse en problemas. Se había perdido completamente cuando entro en el bosque con sus amigos y parecía que ya no iba a salir de allí, comenzaba a asumir que esa sería su vida a partir de ahora, entre altos y frondosos árboles, que apenas dejaban pasar la luz del sol. Sentía las hojas caer a su lado cuando el viento soplaba con fuerza, pero esto no era suficiente para llamar su atención, el libro era lo único que parecía importarle en ese momento. Al terminar el capítulo regresó a su casa, flotando de la misma forma que había llegado.
Cuando despertó a la mañana siguiente, el silencio le sonó extraño. La hizo esbozar una sonrisa. Tal vez eso había sido todo, tal vez todo había vuelto a la normalidad. Salió por la puerta y, ansiosa por continuar la historia, hizo el camino de todos los días. Su árbol estaba cada vez más vacío y el suelo bajo sus pies había adquirido una nueva capa de hojas que crujían al romperse bajo sus pies. Las corrió a un lado y limpió un sector del césped para poder sentarse, apoyando la espalda sobre el tronco.
Parecía que las cosas iban a salir bien para su protagonista, si bien había pasado una buena cantidad de tiempo en el bosque, por fin parecía haber encontrado la salida. Hacia su derecha veía un atisbo de luz y, ante la desesperación de la soledad, este se sintió como esperanza y ella lo siguió confiada de que solo podría significar algo bueno, tal vez sus amigos habían encendido sus linternas y estaban buscándola, tal vez eran las luces de la ruta contigua que se habían encendido al caer el sol. Corrió decididamente hacia el lugar pero lo que encontró allí estaba lejos de sus expectativas. Cuando la tomaron por los brazos y le cubrieron los ojos, toda su esperanza se transformó automáticamente en miedo.
Kenisa regresó a su casa algo desconcertada por el final del capítulo y al entrar a la cocina en busca de algo para comer, encontró a sus padres sentados uno en cada punta de la mesa, su madre del lado derecho, él del izquierdo. No pudo evitar sonreír, se había acostumbrado a cenar solo con uno de ellos, o a que el volumen de sus voces se eleve cada vez que estaban en la misma habitación. Al preguntar qué pasaba, no pudo evitar sentirse decepcionada con la respuesta que recibió de parte de su madre, pero no se sorprendió. Nos vamos a separar, le dijo. Que ellas ya no vivirían más allí, que se mudarían pronto. Y todo su cuerpo se convirtió en temor.
En los días posteriores no fue al árbol, apenas pudo levantarse de la cama hasta que tuvo que comenzar a elegir que se llevaría y que no. El día de la mudanza, ayudó a sacar sus cajas. Esperó sentada en silencio que su madre le diga que el taxi estaba en la puerta y era hora de salir. Saludó a su papá y, aunque sabía que lo vería los fines de semana, se sentía como si fuese la última vez. Libro bajo el brazo, como siempre que pasaba por esa puerta, entro al auto y mientras este avanzaba a través del parque, alcanzó a ver a su árbol, que ahora era solo tronco y rama. En ese momento, Kenisa abrió su libro y se aferró a él como nunca antes.

Comentarios

  1. Luciana, atractivo comienzo y hábil el modo en que conducís al lector a / por el territorio de los hechos narrados, por el mundo de esta lectora que nos muestra que un libro es un/a amigo/a. Hay pasajes conmovedores e imágenes bellas como vehículo de una idea simple y sensible para resolver la propuesta. Lo único que molesta es es cómo se marca el paso del tiempo mientras lee, en especial, durante la segunda salida.
    Rever puntuación, algunas tildes y preposiciones.
    ¡¡Muy buen trabajo!!

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