Autobiografía lectora de Lucila Sotniczuk

Cuando era chica, no había muchos libros en mi casa. Casi nadie leía; a veces veía a mi hermana
leyendo pero siempre para algo del colegio, no por ocio. Por otro lado, lo único que leía mi mamá
era la biblia. Crecí en un ambiente religioso, íbamos a la iglesia y orábamos todas las noches. Cuando
tenía como 5 años, volviendo de la iglesia mi mamá me dijo que tenía un regalo para mi y que cuando
lleguemos a casa lo iba a recibir. Cuando llegamos, abrió su cartera y sacó un pequeño libro. Era una
biblia para niños; mi primer libro. Era muy chica y todavía necesitaba un poco de ayuda para leer, pero
aun así yo era muy feliz porque tenía un libro. Me acuerdo que lo llevaba a todos lados cuidándolo mucho.
Años más tarde, ya estudiando en la primaria aprendí a leer sin dificultad. Me acuerdo que íbamos a la
biblioteca del colegio todas las semanas para que podamos leer lo que quisiéramos. Yo aprovechaba
y me llevaba algún libro que me guste mucho para leer en mi casa. 

Como ya dije, en mi casa no había muchos libros, yo leía los libros de la escuela o capaz alguno que me
prestaba un conocido. Un día, me hice amiga de una chica de mi barrio. Nunca la había visto antes, la
conocí porque una vez su mamá me tenía que cuidar mientras la mía se iba a hacer un trámite. Ahí fue
cuando su mamá me dijo que ella tenía una enfermedad, y que por eso no salía mucho de la casa. Ese
mismo día yo pasé toda la tarde con esa chica, y aunque ella era mayor que yo, formamos una linda
amistad. Antes de irme a mi casa, me llevó a su biblioteca para mostrarme sus libros. Ahí me contó
que muchas veces se quedaba horas leyendo; que los libros le encantaban porque le hacían vivir
muchas aventuras desde su casa. Me prestó un libro, esos que tenés que ir eligiendo qué pasa después.
A la semana yo estaba de vuelta en su casa para contarle todo lo que había leído y lo que me había
gustado ese libro; y así fue como se volvió como una rutina volver del colegio e ir a su casa para estar
con ella y leer juntas un libro. Aunque después me mudé de barrio y perdí el contacto con ella, me
enseñó muchas cosas y hasta hoy en día sigo recordándola con mucho cariño.

A partir de ahí, comencé a leer mucho más. En uno de mis cumpleaños, mi hermana me regaló un libro
que fue por mucho tiempo mi libro favorito. “Natacha”, de Luis María Pescetti. Cuando me lo regaló,
mi hermana me contó que lo había leído con sus amigas en la primaria. Como ella lo disfrutó mucho,
pensó que lo mejor era dármelo a mi. Es un libro realmente maravilloso que me acercó a la lectura y
que me mostró que no todos los libros eran iguales o parecidos. Después, cada vez que alguien de mi
familia podía,  me iba comprando más libros de Pescetti. Leí después “¡Buenísimo, Natacha!”, y más
adelante “Frin”. Aunque leí más libros de Pescetti, esos son los que más recuerdo porque los leí muchas
veces. Ahora me quedan solo un par, los primeros que leí; los demás los fui regalando a otros chicos.


Podría decir que crecí con una cierta cercanía a la lectura; en mi entorno siempre encontré a alguien que
me presente más libros. Antes de mudarme a otro barrio, le presté a una amiga de ese momento el libro
“Frin”, pero cuando me lo devolvió estaba todo rayado y con las páginas arrugadas. No lo había cuidado
como pensé que lo haría, y por eso estuve mucho tiempo sin prestar libros. Pero ahora presto libros sin
problema, claramente pidiendo que lo cuiden; creo que con el tiempo entendí que al fin y al cabo es un
papel, y que por todo el aprecio que le tenga a su contenido, nadie se va a morir porque le pase algo. Eso
no significa que no cuide los libros; sino que entiendo que los accidentes pueden pasar y que no hay que
agobiarse tanto por eso. 


Reconozco que ya no leo tanto como antes, cuando era chica realmente disfrutaba la lectura y leía todo lo
que encuentre. Ahora leo de vez en cuando, no siempre estoy leyendo un libro. Siento que es muy difícil
encontrar un libro que me llame la atención y que me atrape cuando lo lea. Me gustan muchos los policiales,
tuve una época donde solo leía a Arthur Conan Doyle; muchos de sus libros me encantaban. También me
gusta un poco de Edgar Allan Poe; leí pocos de sus cuentos pero me dejaron impactada.


Mi lectura actual es “1984” de George Orwell, libro que hace mucho me interesaba leer. Mi libro favorito
por el momento es “El guardián entre el centeno” de J.D Salinger; este libro lo leí como cinco veces.
Siempre lo recomiendo, y me gusta porque es interesante el punto de vista que tiene Holden (el personaje
principal) sobre su propia vida y sus decisiones. Dejé de leer muchos libros porque siempre empiezo como
tres al mismo tiempo, y como se me complica seguir todas las historias y sin perderme, termino leyendo
uno y el resto queda en el olvido. No soy muy ordenada para leer, a veces cuando un libro no avanza con la
historia lo suficientemente rápido, termino leyendo el final o salteando páginas para poder terminarlo.


Como dije antes, ya no leo tanto. Principalmente creo que es porque perdí la esencia de querer leer un libro;
entrar al colegio y leer cosas que no me interesan por obligación hizo que el leer resulte más pesado.
También, con el paso del tiempo encontré otros pasatiempos que me interesaban más que leer. Ahora en
cuarentena, comencé a leer un poco más porque tengo tiempo. No solo leo los libros de papel que hay en
mi casa, sino que también estoy comenzando a leer en la computadora libros en pdf. 


Fotografía de mis dos libros favoritos de hace 8 años y mis dos libros favoritos actuales:

Comentarios

  1. Interesante, personal y emotivo el recorrido que trazás sobre tu trayectoria de lectora. Amores con los libros y rituales para leer que se transmiten y se comparten en lugares elegidos con autores "que enamoran". Entonces, los libros son parte de nuestras vidas, compañeros y amigos en esta aventura apasionante en que nos embarcamos cuando leemos.
    Por suerte, la obligación, creo, no mata la belleza de un libro, en todo caso, mata el deseo de leer y quien no lee se la pierde. El desafío que se plantea en y con las clases de literatura está en equilibrar necesidad y deseo, en elegir leer o no y hacerse responsable de la decisión. Además, si solo deja de leer quien ya lee, los que nunca lo hacen no eligen y se someten a la costumbre; para despabilar la apatía y sacudir la normalidad, también está la escuela.
    Gracias por compartir y a seguir esta charla con lo por venir.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

"Amor añejo" - Lucas del Rio

Autobiografía lectora - Helena Trindade

El papel de helicópteros - Lola Dávila

Autobiografía Lectora de Guadalupe Rodríguez

"Otoño regresivo" - Fermín Theodossiou

El destino esperado - Lucas Bernath

Hojas rotas - Luciana Mattia

Olvidar la memoria - Helena Trindade

Nube poética- Ivo Gnocchini

Madre e hija unidas Amanda Smith