La salida de Rodríguez Guadalupe

La salida

Mora era muy competitiva, sólo le importaba estar en la cima en cualquier circunstancia, sin ningún error, nada que otros puedan ver. Si perdía en algo se esforzaba para disimularlo, o se iba aun un rincón, se tapaba con las sábanas y lloraba con desesperación por el resultado que no conseguía. Fue entonces cuando Lalita, una chica amiga suya le confió su deseo: cuando fuera grande iba a ser una gran actriz, bailar, actuar, cantar como toda una profesional. Y si hubiera dificultades, ella siempre se esforzaría por ese sueño y lo daría todo. Al escucharla Mora la ignoró y le advirtió muy furiosa que la perfección es lo más importante en la vida, aunque duela.   
Pasó mucho tiempo y ella siguió el camino de la música y cantar, como había dicho Lalita. Buscó millones de clases para canto y baile, pasó por muchas academias. En un momento decidió actuar en la calle. Estaba ansiosa. Miró al público que pasaba, charlaba, reía, y nadie la notaba. Cantó, bailó, pero no recibió aplausos. Nada. Volvió a su casa, se tapó con la sábana y se preguntaba qué era lo que faltaba para que el público la aclamara. Su talento no había deslumbrado, qué le ocurría a la gente que no se daba cuenta.
Lalita la vio en su acto de la calle. Pasó por su casa, y le dejó una carta que decía “el ingrediente secreto”. Contaba una historia sobre un joven de oficina que cuando era niño se camuflaba a través de máscaras, al principio cómicas y luego desgarradoras, como un bufón. Y asustaba a una mujer, sin saber por qué lo hacía. A esta mujer todos la veían como la perfección. Cuando creció, se disculpó, ella lo perdona y se hicieron amigos.  
 Cuando Mora leyó “el ingrediente secreto” dudó, porque la historia no se relacionaba con el título, no entendía qué propósito tenía esa chiquilla al contársela. Acaso ella era como alguno de estos personajes… 
No seguro que no, si no la paso mal en la primaria, si ni siquiera la ven como un ángel. Pero luego pensó que la gente no la veía perfecta, como la mujer de la historia. ¿Y si se creara una máscara perfecta? Sería felicitada, sería aceptada por el público.
Mora se quedó angustiada por aquel pensamiento que acababa de tener. Se inquietó, cantaba desafinado, hacía mal los pasos de baile. Y comenzó a ver todo brillante, fresco, tranquilizador, apareció un campo verde, mientras oía el viento y las gotas que tropezaban en todo su cuerpo. Se dirigía hacia su jardín de tulipanes de cada color, turquesas, rojos, verdes platinados. Sin darse cuenta sonreía, ya no le importaba si la veían o juzgaban ente las rejas. Solo le importaba el viento, los tulipanes y una sonrisa, que sin saber por qué apareció de repente.
Y vio a Lalita, sentada en la cuadra. La chica empezó a gritarle: ¿acaso te sentís libre? Mora se acercó y le entregó un tulipán amarillento, sonriéndole una vez más. Y le dijo: No te equivoques chiquilla, estoy disfrutando de la libertad y el amor que ahora tengo.



                                                                                                                                 Guadalupe Rodríguez                 

Comentarios

  1. Guadalupe, en tu texto se extraña la escena de lectura y la construcción de un lector. Tu protagonista no responde a la consigna. Tampoco subís la imagen que debía funcionar como disparadora de la escritura.
    Revisar puntuación, párrafos, tiempos verbales, tildes.
    En cuanto al discurso, no pierdas de vista que decir no es narrar. No son las historias sino el discurso el que hace literario a un texto y de esto se trata esta primera parte de nuestra materia. Espero que no te desanimes con todo lo que te señalé y ojalá tengas las ganas y el entusiasmo para reescribirlo, porque a escribir se aprende escribiendo. Este es el desafío, por eso
    ¡Buen trabajo!

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